miércoles, 16 de octubre de 2019

CÓMO HUNDIRSE EN EL FANGO

     Darle al trabajador el derecho a ser copropietario de una empresa industrial o  mercantil, es tanto o más difícil que ser dueño  de una vivienda en un gran edificio donde compartes la propiedad con otros  convecinos. Está claro que no es lo mismo ser dueño único de algo -lo que fuere- que compartir la propiedad con cierto número de compadres o comadres.
     Para vivir y prosperar socialmente, hay que actuar con un grado elevado de solidaridad equitativa y, sin dudarlo, con espíritu constructivo. Si alguno fallara, puede alterar el bien deseado y hundir la empresa. En suma, cada socio, ha  de estar educado en el cumplimiento leal y eficaz de sus obligaciones. Y esto en España tiene, también, sus dificultades. Somos propensos al individualismo y a pasar al prójimo por el forro de las glándulas seminíferas.
    El Presidente del Gobierno central, promete el oro y el moro sin tener cubiertas las normas que den garantías al cumplimiento de lo prometido. Con este proceder no hay confianza y sin ella nadie se arriesga. Esto explica en parte la carencia de inversores y el hecho paradójico de ver crecer los ahorros de particulares. Cualquier día inventan un IVA para morder la hucha de los precavidos. Otro motivo para huir a esconder el dinero con lo que la pobreza crece.
   Pasa el tiempo y la anarquía documentada, actúa sin temor. Mandan en la calle los más indocumentados.
    A esto le llaman democracia y libertad de expresión. Es curioso: se olvidan de la palabra acracia. Y la casa sin barrer.
   

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