jueves, 12 de septiembre de 2019

ANTE UNAS POSIBLES ELECCIONES

     España está viviendo días de incertidumbre y desasosiego y, como consecuencia una nueva oleada de crisis, entendiendo que tal proceso perjudica de forma especial a los más necesitados. Esto nos llega como consecuencia del desequilibrio que padece la demarcación globalizada, a la que se unen las naciones mal gobernadas, por ejemplo España y su enrevesado patio autonómico con visos secesionistas.
     El Sr. Sánchez y compañía,  desde la cabina de mando no aciertan -ni acertarán- a dar con la salida de este mar revuelto. Es muy sencillo:se consideran dioses y cuando no hay pan quieren resolver la desgracia repartiendo pasteles.
     Y como todavía el gran público cree en los milagros (o por el contrario no cree ni en Dios), y aquí estamos sin conseguir que el carro salga de la mierda hecha barro revuelto sin tino.
      Siempre queda la esperanza. Y quiero ser optimista. Mejor dicho, a mis noventa y seis años bien cumplidos y con capacidad para distinguir  a un sapo de una rana, no tengo derecho a ejercer de pesimista. Creo en lo mejor.
      ¿Y en qué creo? Las gentes avisadas crecen en número y reconocen que el cambio preciso, no es el que anuncian los políticos. Es el que ha de dar cada uno. Y van sabiendo que eso se aprende en la buena escuela. No consiste en gastar  mucho, sino en hacerlo bien y con medida. Repito: la buena escuela ayuda a distinguir al bueno del malo; a la rana del sapo.
     

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