lunes, 11 de mayo de 2020

SIN MIEDO A LA VERDAD (84)

 
SIN MIEDO A LA VERDAD (84)

  El ser humano, al paso de los años, fue experimentado el desarrollo de su convivencia con toda suerte de especies vivas. Y está claro,  unas veces ganaba y otras perdía y gracias a su memoria y al deseo de vivir, -digo yo, aunque puedo estar equivocado, porque también funciona el deseo de no morir- el susodicho género se fue entrenando para perdurar e irnos... (y aquí empiezan las elucubraciones)  a la otra vida si es que funciona.
    Lo malo de esta narración empieza cuando al ser humano le da por endiosarse y para ser algo se dedica a la política. ¿Y que es la política? Muy sencillo: una vez descubierto que estamos hechos a imagen y semejanza de Dios  -unos más que otros- hay que ganarse dos cosas más: el incienso y el diablo. Pero no basta con endiosarse y/o  endiablarse para creer en todo lo contrario. Endiosarse o endiablarse... hasta  matarse.  Por ese camino, y como complento aparecen las derechas y las izquierdas, los buenos y los malos -según quien mire-  y para completar el cuadro los medio pensionistas situados en el "centro" y así acabar encabritando al más pìntado.
    Ya estábamos más o menos perfeccionando la escena, a punto de entenderse los medio buenos con los medio malos (o al revés) cuando los chinos apreden a manejar el llamado "coronavirus" y nos lo colocan en el mundo que se entiende como civilizado (exportación gratuita) y con el mal el remedio, el "tapabocas"  de viejo cuño que, por fas o nefas, cuesta lo suyo y hay que pagarlo, eso sí previa condena de los espectáculos masivos y ¿que será de nosotros si nos quitan el fútbol y con él la aglomeración del género humano que nos hace felices como si fuera el cielo?
     De verdad...¡las carga el diablo...!

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