No acierto a creer que Alava -territorio foral- esté sometida a una decadencia que no se corresponde con los deseos de un creciente número de alaveses. No se corresponde ni se desea por unos al considerarse progresistas, por otros al ser partidarios de una moderna prosperidad y por muchos más convencidos de que si no avanzas en esta vida, te dejan pelado en un par de décadas.
No quiero herir a nadie ni, mucho menos, establecer comparaciones odiosas; pero no me negarán que una oleada política tantas veces superada, está aquí, y en otras jurisdicciones europeas, armando una creciente decadencia igualitaria que empieza por arrastrar a las clases medias y pobres por la vía rápida y terminan, a palo limpio, por huir de su arraigado hogar...
Y claro está: por ese sistema, se provoca la recreación de paraísos fiscales para los ricos; y la de parajes miseros para los pobres, llenos de lo que en España se llamaban chabolas.
A la riqueza en demasía y propensa a imponer sistemas de vida abusivos, sólo se la puede moderar elevando el nivel cultural y educativo de las personas -que no masas- que la rodean. Es la forma de alcanzar un desarrollo basado en la equidad, contrario a una falsa igualdad que algunos políticos confunden con los derechos del mérito mal visto por la sobada envidia.
Alava, pudo ser un modelo de este desarrollo equitativo y susceptible de aplicación en tierras y comarcas que hoy se están desertizando. Esta caída tiene una explicación muy sencilla, aunque para algunos resulte incómoda: confundir el fuero con el huevo.
De verdad, los itinerarios pueden parecerse pero los firmes -el suelo que soporta el peso de lo que se ha de trasladar- son los que han de cambiar, si se quiere ganar tiempo y garantías positivas con futuro.
Y aquí, en España, nos quieren llevar por caminos estrechos, llenos de baches y manejados por unos pocos que se las dan de apóstoles sin evangelios.
Hay que ponerse de acuerdo. Todo es posible.
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