viernes, 8 de mayo de 2020

SIN MIEDO A LA VERDAD (81)

      Cuando uno hace memoria y repasa la evolución de su ciudad, (y de toda España) advierte que -pareciendo que todo sigue igual-, se han producido cambios que sorprenden al más integrado en la vida diaria. Después de la guerra del 36, -me refiero a la ciudad de Vitoria que tomo por referencia- el censo vecinal estaba algo así como estancado sin sobrepasar el límite de los cincuenta mil habitantes.
      El racionamiento de unos productos básicos -pan, azucar, aceite, café y algun otro- se retiraba de los comercios asignados a cada familia. El único periódico local, el "Pensamiento Alavés", edición de tarde, anunciaba como noticia importante, al grito de "el racionamiento", lo que nos tocaba coner durante un temporada en calidad y en cantidad.
      Vitoria era una ciudad parada, como la mayor parte de España. ¿Cómo que parados?  Antes, aquello era pobreza.
     ¡Esto de hoy es pereza! Cuatro rectores juegan en desequilibrio y pocos seres humanos, por no decir nadie, se plantan para echar el freno a tanta vacuidad transmitida a los cuatro vientos.
      Hoy, estamos sometidos con los puntos que duelen -entre ellos la cartera- a unas negociaciones de corre que te pillo, porque hasta en la película -de la que comen, chupan y bailan la mayoría de los que destacan-, puede verse cómo la mayoría de los asistentes cocurren por medias docenas y con suficiencia a los debates varios; y cómo demuestran que sobran y están de más.
      Aquí hay que empezar por saber cómo funcionan y cómo chupan hasta los monos de la movidas;  y cómo y cuánto pagan los que antes cumplían con la simple voluntad.
      ¿O no?


   
     


















































































































































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