miércoles, 4 de diciembre de 2019

EL TEATRO ES DIVERTIDO, PERO...

    En el año de 1933 me sacaron del pueblecillo donde nací para someterme a un examen de ingreso en el Instituto de 2ª.  Enseñanza de Vitoria. Me invadió una oleada de soledad.  No  me explicaron los pormenores de preguntas y respuestas y cuando vi los papeles llenos de interrogaciones me contemplé cayendo por un barranco. No he podido olvidarlo. Busqué la huida. No la encontré. Milagrosamente, superé prueba.
     Ayer -gracias a no se qué emisora televisiva- vi a los políticos de reciente elección cómo pasaban un examen lleno de lugares comunes -nada nuevo-  para ocupar su sitio en el edificio de la oratoria. Día de felicidad: tomaban posesión del cargo sin sufrimiento palpable. Sus  caras, amables, daban  muestra de todo lo contrario.
    No sé por qué yo sufro sin remedio al dar un rápido repaso mental a los problemas que atañen a los que van a mandar y al cabreo que les espera a quienes van a llevarles la contraria. Y también  sufro por lo caro que a los feligreses de andar por casa les van salir  los nuevos legisladores y compañeros que vamos a padecer.
     ¡Usted es un pesimista! dirá más de uno. Ya lo creo: ¡la que les cae encima a novatos o repetidores!
     Verán qué problemas: la sublevación de los catalanes secesionistas, la actualización irritante de los pensionistas mal pagados, la necesidad de crear puestos de trabajo para la millonada de españoles al borde de la miseria, la reforma de la enseñanza, la repoblación de una España llena de pueblos vacíos, la contaminación atmosférica, el absurdo de una migración incontrolada, los incendios forestales, el consumo a la deriva de drogas comercializadas, el desequilibrio entre la demanda de viviendas y los precios de venta o alquiler... el índice negativo de la natalidad comparada con la mortandad... la falta de sitios y maneras para regenerar los desechos... Tiene su aquél la carga de mierda...
     Y además, el Valle de los Caídos...
   

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