Cualquiera que haya sentido la
tentación de entregarse al ejercicio de la política, se habrá hecho preguntas
parecidas a estas que ahora formulo: ¿Qué puedo hacer para atraer la voluntad
de los electores? ¿Cómo he de obrar para conseguir una mayoría de votos? La respuesta viene dada a través de otra
pregunta: ¿Cuáles son los tres problemas más graves que inquietan a los
habitantes de este país?
Se pueden decir que tres de estos
problemas perduran en el tiempo y agravan las desgracias de muchos españoles:
la crisis económico-social y como consecuencia, el desempleo y la precariedad
de los colocados; la crisis territorial y por derivación, el auge secesionista;
y la crisis cultural que nos conduce a un
frustrado desarrollo democrático.
Son tres problemas necesitados de
soluciones urgentes y que al cabo de años
siguen sin ser abordados, y mucho menos resueltos.
En los años ochenta del pasado
siglo, años difíciles con la ETA eligiendo cadáveres entre los que no admitían las
tesis eusko-soberanistas, vino Fraga por Vitoria con la idea rutinaria
de españolizar a los ya de por sí comprometidos hasta las cachas. En un desayuno
de trabajo le entregaron un proyecto con el que abordar, desde el centro derecha vasco y español, la difícil tarea de aumentar su base
electoral. Es de suponer que tan
atareados como siempre, no llegaron a leer aquel proyecto quienes podían alentarlo con éxito.
Vayamos al grano. ¿Tan importante era aquel
borrador? ¿Podría ser un proyecto útil para los residentes en el País Vasco?
Nunca lo sabremos. Se ignoró lo escrito -es lo más probable- porque otras
urgencias desplazaron la inquietud de un reducido número de alaveses.
Se analizaba en dicho proyecto, la situación
de tres campos de lucha electoral, postergados o poco y mal atendidos desde el
centro derecha vasco: el territorial, el social y el cultural, desde el punto
de mira centrista vasco-español. ¿Qué remedios se pueden poner en marcha para
el desarrollo autonómico de Alava sin rupturas secesionistas? ¿Qué podría hacerse para reducir la creciente y
pavorosa cifra de parados sin recurrir a salarios míseros? ¿Quién estaría
dispuesto a invertir en empresas constructivas con la confianza segura de cerrar
cada ejercicio con resultados favorables
y deseados beneficios?
Podemos pensar que
sin proyectos bien analizados, realizables y positivos, tales
reformas, tan necesarias, -no lo dudamos-, se puedan poner en práctica para emprender
y prosperar al mismo tiempo. Este
proceder - el hecho no hacer- se impuso y la inseguridad que se creaba, llevaría
el desánimo al empresario más audaz.
La prosperidad alavesa está dormida.
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