domingo, 5 de mayo de 2019

PROSPERIDAD TAPIADA

     Vivimos en un terreno muy trillado, muy conocido, y la mayor parte de los seres  bípedos e implumes -por puro instinto seguido con la ley del mínimo esfuerzo- repiten los aciertos y padecen los errores de quienes les precedieron. Y unos pocos, entre toda la camada, suelen romper la rutina para lanzarse a la tarea de mejorar la subsistencia, aunque a veces se den la morrada.
      En realidad, los  innovadores cuentan sus triunfos con los dedos y fracasan a chorro perdido. Hasta que alguien da en el clavo a fuerza de insistir y descubre la penicilina.
      Esto es así y no lo vamos a cambiar de un día para otro.
      Si uno dijera que el socialismo practicado en España es una rémora, correría el riesgo de ser procesado. Un mal entendido "reparto" despierta en muchos honestos trabajadores el deseo de un bienestar aburguesado. Y el equilibrio vital no iguala, nunca lo hizo.  La vida más gratificante tiene altibajos que bien atendidos (nunca igualados) nos librarían de serios disgustos. Por esa vía es donde progresa el género humano: algo así como administrar ese equilibrio mediante  un ejercicio consentido de solidaridad que siempre fue posible.
      Por ejemplo, veamos las migraciones que nos rodean. La solidaridad indica que lo justo y equitativo es llevar el conocimiento, el progreso y las ayudas a los pueblos atrasados para que aprendan  a valerse por sí mismos en sus tierras de origen.
      La solución burguesa está en levantar murallas. La socialista, en dar limosnas. ¿Y por qué no les ayudamos con escuelas?

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