Al evocar escenas y motivaciones de tiempos pasados, me pregunto: ¿cómo fue posible aquella escena, qué sentido tenía? Al paso de los años vas viendo que la historia se repite, que tropezamos en las mismas piedras, que estamos sometidos a las mismas servidumbres, que funcionan los mismos odios...
Suelo ejercitar la memoria para dar sentido a secuencias que más parecen entresacadas de una página novelesca que de un hecho real.
Un compañero de clase, en el año de la guerra, 1936, interno en un colegio de pago, con quince años decidió fugarse e ir como voluntario al frente de Aragón. Y pidió mi auxilio
Le ayudé a escapar. Lo acompañé hasta la estación del ferrocarril donde tomó un tren militar que lo llevaría hasta Zaragoza. No he vuelto a tener noticias de aquella aventura.
¿Lo haría hoy? Me horroriza pensarlo. La guerra es para olvidarla y no puedo.
Al paso de los días, en el mismo año de 1936, por la Navidad, conocí de cerca a un mutilado, hermano de un compañero de estudios, que perdió una pierna a los dieciocho años, en el frente de Somosierra, camino de Madrid, cuya rendición se suponía lograda antes de acabar el mes de julio del que llamarían "primer año triunfal".
Mis entusiasmos bélicos, se fueron a pique al ver sufrir al hermano de mi amigo. Me hice pacifista, no por atrición, sino contrito.
Leo que se ha montado un cirio a cuenta del abuso de poder con violencia de unos animales de dos patas, haciendo víctima de sus desmanes a una joven inexperta de dieciocho años.
¿A una violación sádica de grupo llama usted abuso de poder con violencia?
¡Me sobra si se hace justicia!
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