El primero y más socorrido vocablo utilizado por los políticos en los años treinta del pasado siglo era el de revolución. Para unos la revolución aún "pendiente", para otros la revolución del proletariado, El caso es que los revolucionarios no se pusieron de acuerdo y fuimos a la guerra con todas sus consecuencias en gran parte irremediables.
¿Por qué las revoluciones? Porque los pueblos, sus gentes, no quieren evolucionar. No quieren reconocer que el género humano, desde que arribó a este mundo, no ha hecho otra cosa para poder subsistir. Cuando no evoluciona, revoluciona.
No hace falta herniar el intelecto para admitir que los revolucionarios tenían sus razones y los conservadores también, El intringulis de la cuestión estaba en llegar a un acuerdo y pasar de la revolución a la evolución.
En España, somos así: todo o nada. El caso es que la guerra del 36 nos hundió en la miseria y hubo que recurrir a la evolución con cuarenta años de retraso, cuando los unos dejaron de ser fascistas y los otros marxistas.
Esta es la verdad y el mérito del cambio y su éxito estuvo en la calle que recordaba los horrores de la guerra. De ahí vino el triunfo de la moderación, que ha de ser evolucionista,
La alianza pendiente para que España avance, dicho sin tapujos, está en manos de PSOE y del PP. Los dos irán a pique -más o menos tarde y están en el preludio- si no llegan a un acuerdo.
La otra solución la vienen ensayando en una parte de la América hispana. Y menos mal que estamos en la Europa nórdica.
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