Sí: horas de ensueño. Veo muy enrevesado el problema llamado España y termino, como el avestruz, escondiendo la cabeza en un suelo para mi desgracia lleno de basura.
Yo creía que los idiomas, tantos, tan variados y de costoso aprendizaje, son un instrumento que favorece la prosperidad de los seres humanos y sirve para facilitar la sobrevivencia en un mundo, y durante una etapa, lleno de dificultades.
Pues no: de instrumento, nada. El idioma es un ídolo. Y aquí empieza mi ensueño pese a estar el suelo cargado de basura.
Algunos monos, -y por supuesto los homínidos más evolucionados- se comunicaban desde sus orígenes, gracias al manejo de un pequeño grupo de sonidos; un invento natural, para ayudarse entre parientes. ¿Y se ayudaban? Parece que sí. Y cuando cabreados se propinaban sonidos como palabras mayores -que son las que más irritan- terminaban por volver a sus quehaceres y a vivir en paz.
Era mi ensueño. El hombre, desde su sabiduría, suele santificar su idioma materno y colocarlo en su correspondiente altar, no muy elevado, para que le puedan llegar los aromas de su incensario.
La palabra ensueño significa ser una serie de imágenes o sucesos que se perciben mientras se duerme como si fueran reales.
Fundamentar la existencia de una nación en un idioma, es un ensueño. Es olvidarse de Suiza . Y creer que un idioma une, es ignorar a la América hispana.
Un país, el nuestro, lleno de basura- es lo que nos separa.
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