El sector público es, para los dados a defenderlo (aunque solo sea para sacarle las mantecas) como una cisterna con fondo llena de dinero, para prestar y atender toda clase de servicios, muchos en beneficio de los necesitados; también se pagan algunas fruslerías a los privilegiados del clan, ¡qué se le va a hacer!
Cada Municipio, cada Comunidad Autónoma y la Nación suelen convocar elecciones periódicamente para nombrar a las personas que, bajo la bandera de un partido político (o con la coalición o asistencia de otros), asuman la responsabilidad de administrar los recursos de sus respectivas cisternas. De ahí salen los fondos para el sector público.
Para asumir esta responsabilidad, esos políticos, que voluntariamente han querido cargar con este deber, han de ser conscientes, por lo menos, de dos realidades: De dónde vienen los recursos (los dineros) y a dónde van a parar. Dos realidades, insisto: los ingresos y los gastos, que por supuesto tienen un límite
Lo ingresos vienen del sufrido contribuyente. Los gastos se distribuyen, por lo menos en tres canales: a), canal de lo que se van a llevar "os gatunos", como llaman en Portugal a los "chorizos"; b), canal de lo que corresponde a los trabajadores empleados en cada servicio público; c), canal con lo que al fin llega al ciudadano para el que fue creado el servicio.
Ahora, conocidos esos datos, hay que hacerse unas preguntas y sacar conclusiones:
Primera pregunta: ¿Quién aporta esos recursos para llenar cada una de esas cisternas? Les digo que son siempre los mismos. Y dejó que ustedes adivinen a quién o a quiénes les rascan el bolsillo.
Segunda pregunta: Los dineros que entran en esas cisternas, aún incluidos los que corresponde al "choriceo", ¿tienen o no tienen un límite? Sí, digo yo. Y siendo esto verdad, no es menos cierto que algunos políticos prometen como si la cisterna con los dineros no tuviera fondo.
Tercera y última pregunta ¿Quién controla al sector público? ¿Los que ponen los dineros o los que lo reciben?
Yo, amante del sector público, como jubilado que soy porque de él vivo, lo único que pido es un control técnico, despolitizado e independiente, para que se conozca al céntimo y el dinero que entra y sale de las cisternas, y a quién y cómo beneficia.
Pero esto no lo promete político alguno de corazón, aunque muchos sostengan lo contrario. Eso sí, lo fácil es darse golpes de pecho diciendo "ya, yo, voy a ser bueno". Por favor: nunca hagan caso a tales engatusadores. Prometer es fácil. Cumplir es otro cantar.
¿O si?
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