Iba el gobierno de la Nación, hace unos tres años, iniciando la legislatura actual con una reforma del sistema económico, a todas luces prioritaria, cuando -dado el desbarajuste heredado del ejecutivo anterior-, alguien advirtió: mal asunto si la política en general tiene que supeditarse a la intendencia.
En mi casa, antes de la guerra, los mayores -padres,tíos, cuñados, abuelos- hablaban de política y me colaba entre ellos para enterarme de cómo iba la cosa. Sabía que éramos de derechas y que en febrero de 1936 todos iban a votar a Gil Robles. Pero había discrepancias.
Mi madre decía: "Las derechas siempre han dado más importancia a su dinero que a las necesidades de los pobres. Será porque como pudientes, están más familiarizados con la moneda y aprecian lo que vale un duro, sobre todo si es de los suyos. Pero si olvidamos a los más necesitados, esto puede estallar y lo de la hoz y el martillo no es ninguna broma". Con estas intervenciones, mi madre creaba inquietudes; los varones de la familia, la miraban con cierta reconvención y seguían a lo suyo. Pero mi madre tenía razón y la guerra civil que estalló meses más tarde, vino a dársela de forma contundente y expresiva.
El, PP ganó las últimas elecciones generales por mayoría absoluta. Y todos sus planes (reducir la presión tributaria y fomentar una política expansiva) se vinieron abajo cuando, vista la herencia recibida del Gobierno del PSOE, se vio obligado a recortar gastos y subir impuestos o, si no, le impondrían la operación rescate desde Europa, solución mucho más dura para todos. La intendencia dirigiendo la política.
En fin, cuando todos los españoles esperaban días de vino y rosas, les cayó encima - como piensan los gallegos- el "nos mean y dicen que es lluvia".
Sea lluvia o algo peor, quienes más perjudicados iban a salir eran los más débiles, fueran personas, familias o empresas. Y así fue. ¿Pudo hacerse lo mismo pero mejor? No se sabe, pero se sabrá. Yo intuyo que sí. Había y hay mucho gasto innecesario que pudo haberse recortado sin repercusiones para los más necesitados. Pudo haberse entrado por uvas, contra la miriada de ladrones que saqueaban el País a placer. Pudieron haberse reducido sociedades públicas perfectamente innecesarias y tomado otras medidas que no se adoptaron por no herir lo que en tiempos idos se llamaban "respetos humanos".
Pero volviendo a la realidad actual, ¿Por qué cuando toda la Europa unida aprueba al Gobierno español, toda la oposición le niega sus aciertos? ¿A quién creer, desde las masas que sufren privaciones y van a ejercer el voto? ¿Al Gobierno que favorece la creación de puestos de trabajo como mejor remedio contra la pobreza o a las izquierdas que prometen milagros? ¿Al pájaro en mano o a cientos de aves volando?
Parece como si el centro derecha sintiera vergüenza, por haber incumplido unas promesas forzados por la necesidad, y ya no se atrevieran con la oferta de nuevas iniciativas, cuando hasta los socialistas, -además en tono insultante- se atreven a expresarse como si fueran los redentores de un pueblo y no los autores de los mayores desaguisados patrios.
Si el centro derecha revisara sus ofertas y les echara ingenio y valentía, no pasaría nada de signo negativo. En fin.si fallasen, siempre surgiría otro remedio. Aunque como dijo don Leopoldo Calvo Sotelo en memorable jornada, cuando algunos optimistas le pidieron el resurgimiento de la UCD, "el suflé nunca se levanta dos veces".
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