Ciertas cosas dan dolor, ¡de verdad! Cuando ves a dos partidos políticos que han llevado la gobernanza de España durante décadas, subidos al cuadrilátero para la práctica diaria -el uno contra el, otro- del golpe bajo, piensas sin remedio: son mafias. Se disputan el territorio sin piedad, mientras la Justicia mira cómo llevarlos presos para purificar la atmósfera.
¿Entre sus filas hay gente buena, capaz y honrada? ¡No hay duda! Pero. no es menos cierto que quien anda entre pringados, aunque se vista de seda, pringoso se queda.
Esta realidad, asumida entre gentes con decencia, les obliga a luchar por salir limpios, pese a reconocer que se trata de un objetivo de muy difícil logro. Al fin resulta que la cura es preventiva o el mal puede con todo. La pringue llega a tener hundido a un país entero durante siglos.
La reacción de las masas esta a la vista. Cuando, como sucede, afloran dos partidos cuyo principal mérito consiste en no estar contaminados, empieza el trasvase de votos de forma lenta pero constante. Es algo que funciona por puro instinto de conservación de la especie.
Por eso, el PP y el PSOE -los dos partidos más afectados por la corrupción- en vez de alimentar su vanidad con golpes bajos, podrían haberse puesto de acuerdo para limpiar sus respectivas cochiqueras; (no de palabra -que el parloteo es cuento- sino de hecho). Pero al parecer, ni quieren, ni lo saben hacer y el final está cantado.
A no ser que surja un milagro.
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