Mas de una vez se ha de recurrir a la memoria, cuando no a lecturas históricas, para deducir conclusiones lógicas. Uno se pregunta: ¿qué pudo hacerse mal entonces y que se ha hecho mal ahora para que todo un país se revolucione y lleguen a tener eco popular y a ser creíbles las proposiciones más descabelladas?
Recuerdo un slogan: "Ni un español sin pan, ni un hogar sin lumbre". Sucedió todo lo contrario
Ahora han llegado a prometer la jubilación a la edad de sesenta años a todo trabajador por el hecho de ser español, sin exigirle otros requisitos. Cualquiera deduce que esto solo sería posible si todos los trabajadores cotizasen durante un mínimo de años una cantidad de euros proporcional al importe de la pensión a la que tendría derecho. Si no fuera así, las aportaciones tendrían que hacerse con cargo a otros fondos de los que nadie ha hecho mención. No se ha facilitado información a este respecto. Es decir, si estos políticos triunfaran, podrían prepararse una mayoría de españoles para recibir unas pensiones de hambre, que viene a ser lo de ahora pero corregido y aumentado.
Cuando días pasados, en una televisión de ámbito nacional, un economista preguntó a uno de los líderes del partido que había formulado esta promesa, ¿de dónde piensan ustedes sacar el dinero para atender a estos pensionistas?, se encontró con esta respuesta: "Pondremos a trabajar a un grupo de economistas para que ellos den con la solución".
El problema de tanto pensionista mal retribuido, tal y como está concebida esta prestación en España, tiene -aun así- complicada solución, si no se resuelve antes el pleno empleo de los trabajadores que deben cotizar. Y este pleno empleo -pese a los recortes salariales- es hoy de difícil logro; y lo será mucho más si triunfara la política de los nuevos revolucionarios que anuncian ya el castigo, que dicen tiene merecido, del posible inversor. El dinero huye de las áreas no rentables y cuando esto sucede la actividad económica se paraliza y aumenta el paro. Pasa aquí, en la China, en Cuba, en Bolivia, etc.
Estos proyectos terminan casi siempre repartiendo pobreza. Y no es que no hayan de hacerse reformas. Han de emprenderse y a no tardar; pero no las anunciadas esta primavera.
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