No estoy fuera de quicio si sostengo que el llamado centro derecha vaco está viviendo días de capa caída. Y empleo el término de "centro derecha" para dar a entender -como se verá- que el "suflé" no se levanta dos veces. Esto es porque el batido de huevos con otras mezclas dura lo que dura, hasta que se come o se descompone. Los postres de mezclas varias siempre fueron efímeros.
Los vascos -cuyo origen se estudia todavía- terminaron (y empleo el verbo sin fijar fechas) por asentarse en el Pirineo occidental (ambas vertientes), en una franja de la cordillera Cantábrica oriental y en unos valles formados en la cuenca del alto Ebro donde coincidieron con otros pueblos situados cada uno en su sitio.
Con el paso del tiempo, además, se sintieron atraídos a esas zonas otros pueblos y otras razas y la mezcla, aunque disguste, está presente y nadie se va a morir o a vivir indignamente por estos cruces.
Pero se quiera o no admitir estas mezclas, los seres humanos están evolucionando en un medio ambiente territorial con otros seres vivos y -está demostrado- que los méritos o deméritos de las distintas razas, no responden inexorablemente a valores raciales; responden a otras causas muy relacionadas con la necesidad impuesta para facilitar la supervivencia en un medio ambiente lleno de dificultades y enemigos con los que luchar a diario.
Un debate en torno a este tema, tan interesante en el plano científico, es demoledor en el político.
Conclusión: en el plano político el racismo ha hecho mucho daño a diestro y siniestro. Además ciega a los partidarios de razas y racismos dentro de unos límites que sobrepasan los principios de equidad.
Y me preguntan: ¿Donde vamos a parar?
En reconocer que todo y todos tenemos unos límites.
Empezaremos por la equidad.
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