Me encuentro desorientado. Hace ya un mes que no salgo a la calle -medicina preventiva, dicen- y, con mi discurrir envenenado, pienso si no estamos recorriendo los pasos previos a un régimen dictatorial de izquierdas. Algo he leído y no veo qué buscan ciertos sectores políticos insensibles a una caída del voto derechoide que consideran es suyo.
Recuerdo la frase del líder socialista que sostenía: "Cuando digo NO, es NO". Y se sentía satisfecho y seguro:"NO es NO". Pero un buen día, cansado de tanto aburrimiento, fue SÍ y dió paso, hasta la cresta del poder, al convicto y confeso personaje dedicado al fomento del regateo de pelotas , que tras muchos zarabandas se fundió en una coalición de toma el gas y marcha.
El clima político, a juzgar por los recuentos de las encuestas, sitúa al PSOE ante una clara victoria que da lugar a una adelantado y barrido avance de una izquierda gobernada por un populismo ansioso que -día tras día- introduce el balón en la cesta de los goles, como quien mama.
- ¿Tú, -me dice un guasón- acaso no votas a las derechas? Hay que saber perder....
- Votaba -respondo-. Llevo algún tiempo cediendo el sobre para que lo llene un acompañante con su papeleta; a cambio me compensa con un café de calidad.
Y ¿por qué hago tal cosa? Porque veo a la derecha, menos mala, sin avanzar en su ideario para influir en la existencia de una democracia auténtica, dispuesta a corregir los excesos de la dudosa inventiva de una globalización mal encajada y los defectos de una enseñanza (y correspondiente aprendizaje) influida por poderes no equitativos.
Es algo que apenas preocupa en España y así nos va
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