Si examinamos objetivamente las crisis políticas por las que pasó España a lo largo de los últimos tiempos, veremos como coinciden, fatalmente, con una acentuada debilidad del Poder central. Esa debilidad anima a los más curiosos personajes a crecer al pairo de la crisis con el propósito de regenerar al País.
Cuando Portugal se independiza durante el reinado de Felipe IV, o cuando más tarde estalla la Guerra de Sucesión a la muerte de Carlos II, o se forja la invasión napoleónica con Carlos IV, y no digamos cuando su hijo Fernando VII ve desmoronarse las provincias de ultramar o Isabel II es destronada con todas sus consecuencias y elige el exilio para librarse de la ruina organizada en 1868 , o cuando Cuba, Puerto Rico, Filipinas dan su despedida a España ayudados por los EE.UU en 1898 o Alfonso XIII desgastado y frívolo tiene que ceder al empuje republicano en 1931 y llega el estallido de la última guerra civil en 1936.... En todos esos casos - y otros parecidos - el Poder central de los españoles se vino abajo por su impotencia para frenar y controlar los sucesos que fueron arruinando aún más al País, a una España pobre y decadente, que se limitaba a evocar glorias pasadas en medio de un clima entre revolucionario y milagrero;un clima identificado por su debilidad.
Y ahora ¿qué? Vivimos en una España que usted lector puede calificar desde una perspectiva imparcial a la vista de lo que sucede, o nos sucede.
El crecimiento de la crisis provocada, entre otros, por los secesionistas de Cataluña, tiene su origen en la secular carencia de gobernantes españoles dotados de talento y decisión capaces de situarse y situarnos, como una nación puntera dentro de Europa.
Si así no fuera, que nos lo expliquen... ¿Cómo es posible en una democracia que el Gobierno de una nación esté manos de una minoría cargada de debilidades?
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