Naturalmente, el simplismo aplica remedios elementales para solucionar problemas muy complejos. Está muy extendida la opinión de que si hay ricos y pobres es porque el Estado da trato de favor a los adinerados y castiga a los necesitados. ¡Ya está! Dando la vuelta a esta política, el problema se resuelve solo.
Lo cierto y comprobado es que los pobres cuando emigran, buscan para cobijarse los países donde hay ricos. No van a Haití, ni a Cuba, sino a los EE.UU. La teoría no puede contra la práctica.
España -hecho altamente curioso y pernicioso- es un país atípico. Es una de esas patrias que parió y amamantó con celo, a lo largo de su historia, a sus mejores enemigos; a los que hacen la guerra en casa y contra los de casa.
Si todo el dinero malgastado en guerras internas lo hubiéramos dedicado a luchar contra la ignorancia a lo largo de siglos, nuestra tierra sería un tesoro y España iría a la cabeza de Europa.
La solución contra la pobreza no se resuelve acabando con los ricos, simplista solución; no está en que matemos a los malos y cuando sólo queden los buenos , todos seréis felices y España marchará sola. El simplismo puede matar, pero no resuelve los problemas.
¿Qué nos pasa? ¿Por qué sembramos el odio con soluciones equivocadas? Son tan torpes y simplistas como para pensar que los problemas complejos se resuelven con elementales remedios. Sería más práctico cambiar de chip. En vez de combatir nuestros males con la atracción de turistas, procurar que sean los españoles los que cuenten con medios sobrantes para hacer turismo del fino.
Pues no. Vamos de acuerdo para dividir sembrando odios, cuando la solución está en multiplicar la riqueza tirando unidos del carro.
Como buenos españoles no vamos de acuerdo ni para dividir España en paz, para hacernos menos daño. Estamos preparando otra guerra. El tiempo lo dirá, porque el odio no acaba con un referéndum.
¡Que ustedes lo vean!
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