No trato de profetizar sobre el tema, por la sencilla razón de que los sentimientos de las personas influyen en el devenir de los los pueblos mucho más que la lógica más aplastante.
Los que conocimos -por citar un caso- el nacionalismo vasco de los años treinta del pasado siglo, antes de la guerra, podemos dar testimonio de su integridad católica de la que hacían gala.. Nadie hubiera osado pronosticar que, oficialmente, acordarían prescindir del credo confesional, novedad asumida socialmente con asombroso despiste.
El cambio ha permitido la modernidad de este Partido que tanto apoyo encontró en la Iglesia católica vasca; Iglesia que ha perdido poder de captación de fieles por causas muy diversas que no me toca señalar.
El caso es que la derecha vasca democrática pero no nacionalista -también católica en su mayoría- se alejó espontáneamente del nacional-catolicismo franquista. Pero lo hizo a título individual, no corporativo, sin dar con la fórmula que moviera y apiñara a sus votantes bajo otros principios y unos símbolos que concitaran la unión sentimental de los de su idea.
Lo que trato de decir es que el futuro de una derecha vasca moderada, tal y como hoy funciona, es su probable desaparición, porque carece de ideales capaces de movilizar por la vía del sentimiento -sin olvidar un moderno racionalismo- a sus probables votantes.
¿Por qué van perdiendo poder otras fuerzas políticas y al final desaparecen sin que se las eche de menos?
Por no innovar. Y para innovar alguien ha de tomar la iniciativa y crear un ideario.
Renovarse o morir.
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