miércoles, 8 de marzo de 2017

LOS VASCOS DE ÁLAVA

     En Espejo, mi lugar de nacimiento,  se perdieron en el curso de siglos interesantes legajos de la historia foral alavesa;  si sucedió tal cosa, fue más por ignorancia  que por negligencia; sin entrar en pormenores que ocuparían mucho espacio.
     Me encuentro, al buscar unos datos de archivo, con el desenlace de un triste episodio económico-social. Sucedió después de la francesada. Esta guerra dió pie para que España se empobreciera y se dividiera,   hasta el punto de sostener, luego,  cuatro guerras civiles y de mantener peleas varias, fuera del País,  en América, África y Oceanía. Todo un lujo.
     En 1817, hace doscientos  años, Espejo -con unos doscientos cincuenta habitantes- estaba arruinado. Leo en el documento aludido: "En este lugar de Espejo, uno de los del Real Valle de Valdegovía, en la M.N. y M.L. Provincia de Álava, nosotros Miguel Ruiz de Loizaga y Julián Laría, regidores del referido pueblo, y José Díaz de Junguitu, su Síndico Procurador, y la mayor y más sana parte de vecinos, hallándonos reunidos en la sala destinada para celebrar nuestras Juntas" advertimos "que nuestro Concejo" "no podrá menos de llegar en breve a ver destruidos y aniquilados los escasos (bienes) propios que le han quedado  después de que, para subvenir a los enormes gastos ocasionados con motivo de la Guerra con Francia, le fue forzoso enajenar la mayor parte de los cuantiosos que poseía".
       Adviertan este hecho: hoy, en una situación parecida, en cualquier pueblo alavés (y otro tanto o más diría si fueran de otras tierras) estarían ya repicando en la puerta de los superiores jerárquicos, pidiendo una limosna por el amor de Dios; o un préstamo para salir del atolladero. No lo hicieron aquellas buenas gentes  de Espejo, porque sabían que ese asunto era de su competencia. Eran sus bienes, su hacienda. Todos, también la Diputación de Álava,  estaban arruinados. Pero, aunque no fuera así, habría servido de poco: "ese asunto, vuestra hacienda, es de vuestra competencia, o sea del pueblo" sería la respuesta. Y por tal motivo se reunían para tomar   medidas con las que salir de la miseria.
       En esa  reunión terminaron por aprobar un plan de recortes,  todo un programa de austeridad.
       Los pueblos sabían cómo  administrarse. Y se administraban. Hoy con toda nuestra autonomía foral, los pueblos  no pueden decidir ni  sobre la plantación de un chopo en la ribera del río. Hemos perdido la memoria y los buenos usos y costumbres.
       Tal vez, por  eso, los pueblos están vacíos.
















   

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