jueves, 2 de marzo de 2017

GASTOS E INGRESOS.

     El problema de millones de personas, individualmente consideradas, es que han de gastar, para atender a sus necesidades más perentorias, un dinero que no tienen. Ese es el drama. Lógicamente, salvo los que se dan por vencidos y dejan de luchar -el número de suicidas crece hasta en los países más desarrollados- todos  buscan cómo salir del atolladero.
     Las colectividades modernas  son tan heterogéneas, tan diversificadas, tan  insólitas, que hay gente para todo y, en una sociedad democrática y libre, donde por mucha política que se ponga  en juego cada cual se las arregla como puede, hay  quien  prospera y quien se hunde, hay quien se lo trabaja y quien lo roba. Son formas de nivelar los gastos con los ingresos y hasta se pueden crear excedentes.
      Lo peor de esta situación es que para contener  o reducir a los malos, hace falta mucho dinero. Hay que aumentar la nóminas represivas,  organizar una gran sistema policíaco y otro judicial, construir más cárceles y dotarlas de medios y personal, y... ¡no podía faltar!: hay que organizar el funcionamiento de un parque de transportes (los coches oficiales)¡con lo caro que está el combustible!
     Entre pitos y flautas el Estado no puede con todo y con ese pretexto, en cada convocatoria electoral aumentan el número de servidores a costa el erario público;  también crecen los textos legales y claro está los coches oficiales, los horas extras y dietas consiguientes y más cárceles y sistemas correctivos... En suma: más gastos y menos ingresos
     Así, años tras año, cada vez  más endeudados como nación, la pobreza se extiende en desprestigio de la democracia.
     Ahora bien: con el pretexto de salvar a esa democracia desprestigiada -cuando las necesitadas son las personas- los que aparecen y medran son los dictadores con los correspondientes sátrapas.
     Algo así como comer cerillas.
     ¡Dios nos pille confesados! 






    
     

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