(Esta glosa va dedicada a Jeanne Quilligan).
Como alguien dijo con gran acierto, la política no es el arte de lo posible, sino el arte de hacer posible lo deseable; y yo añadiría, sin renunciar a los principios éticos.
Una política corrupta, no es política. Una política insensible a las injusticias no es política.
Me dice Jeanne, y lo acepto a título de tema discutible, que "la política en período de crisis económica severa, no puede ir por delante de la economía" . Y me pregunto: ¿Por qué no?
Tomemos el caso de España, tal y como la dejaron los gobernantes del PSOE: medio en ruinas y con síntomas de cuarteamiento.
Para corregir la ruina lo deseable y más necesario, era encauzar el gasto público que corría desmadrado. Para evitar el cuarteamiento lo deseable era fortalecer el edificio desde los cimientos. Y la pregunta que uno se hace es: ¿quiénes pueden ir contra estas dos iniciativas? La contestación surge de inmediato: los corruptos y amigos del gasto facilón, en el primer caso; los separatistas, en el segundo. Hoy solo me referiré al gasto público. Y a este efecto, a todo buen político le surge una segunda pregunta:
¿Con qué medios cuento para encauzar el gasto público?
Puedo contar con muchos, pero por no alargarme voy a ceñirme a uno: con economistas de prestigio. Y les voy a proponer mi ideario político en ese punto: quiero una clasificación del gasto, aunque sea muy elemental; quiero distinguir entre el gasto superfluo, el gasto conveniente y el gasto necesario; y no quiero ni tocar el necesario, mantener en lo posible el conveniente y acabar con el superfluo. Esta va a ser mi política y para mantenerla, señores economistas, necesito de su inteligencia y de todo su amor a la patria. Vistos los resultados, tendremos que volver a hablar.
Esto es poner la economía al servicio de la política.
Y díganme, ¿no se han recortado acaso en España gastos necesarios y se han mantenido hasta la saciedad y la injusticia muchos de los superfluos?
Esto es poner la política al servicio de la economía.
Para otro día el problema de la desmembración de España.
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