A la crisis económica que padece España, como otros países
europeos, se ha unido la crisis territorial que se puso en marcha durante la
transición democrática y que está viciada por un defecto originario: creyeron
los autonomistas que la forma de armonizar la vida política española era oponer al centralismo estatal, quince
centralismos regionales.
De ahí que
planteadas las competencias que debería
asumir cada territorio
autonómico, fueran éstas maximalistas, fiel reflejo del comportamiento político de Cataluña y del
País Vasco, a las que pretendieron emular, sin tener en cuenta (o puede que sí)
que estas dos comunidades, manejadas por los nacionalistas, en el fondo no
aspiraban a ser autónomas, sino a instituirse como naciones soberanas e
independientes. Los políticos no dudaron
en copiar el modelo vasco y el catalán -dos regiones desarrolladas- por
no ser de inferior categoría, sin tener en cuenta los costos de sus
aspiraciones que, al final, han de soportar los contribuyentes.
Ahí están para
demostrar este aserto el excesivo número
de organismos autónomos, pseudo embajadas, universidades, aeropuertos, vías de
comunicación, emisoras de TV y radio, sociedades públicas, etc. de muy costoso
sostenimiento que, además, han servido de pretexto para un despilfarro que ha
escapado a todo control del poder central.
Al final, el
autonomismo descontrolado nos ha metido a todos los españoles en un ciclo ruinoso: en una generalizada deuda que, sumada a la creada y soportada por una mayoría de Ayuntamientos, nos puede
costar años de esfuerzo fiscal para poder liquidarla; una deuda paralizante de
las empresas privadas productivas.
¿Cómo corregir todo esto sin incurrir en lo que
podría ser otro pendulazo que nos lleve a hundirnos más aún?
Cuando apelo a
la actualización del espíritu foral de nuestros antepasados vascos, soy
consciente de que más de uno se preguntará: ¿hacia dónde camina este
iluminado queriendo revivir antiguallas superadas en todos los países?
No obstante,
llamo a la reflexión a mis detractores, pues ¿qué otra cosa están haciendo los
nacionalistas vascos y catalanes que basarse en unos hechos históricos
acaecidos hace siglos, para en virtud de su parcialísima interpretación sentar
las bases del derecho a la independencia de los respectivos pueblos vasco y
catalán?
Voy a
referirme al caso vasco. Los nacionalistas vascos hicieron acto de presencia en
la política española a finales del siglo XIX. Por esas fechas airearon sus
principios para abrirse paso entre la opinión pública. Sabino Arana valoró por
encima de todo la adscripción católica del PNV. Por encima de todo, como
sucedía con los carlistas, estaba Dios. La ley
divina era guía del Pueblo Vasco. Este principio ha caído en desuso.
Luego, en
segundo término, estaba la ley vieja que los carlistas llamaban
Fueros Vascongados. Como los fueros eran otorgados por reyes con poderes
superiores, Arana quiso demostrar que no era éste el caso vasco. Sus leyes,
derivadas de los buenos usos y costumbres de los vascos, eran
“originarias”.
Rechazó esta denominación de “fuero” otorgado y adoptó la de “ley vieja” (legi zarra) originaria. A partir de esta realidad, la independencia de los vascos, estaba para ellos más que legitimada. Era, además, una ley democrática y paradigmática. Sabino Arana interpretó que este dato, -unido a la singularidad del Pueblo Vasco- dimanada de su raza, su idioma y sus costumbres: todos ellos constituían elementos suficientes que justificaban sus aspiraciones independentistas.
Rechazó esta denominación de “fuero” otorgado y adoptó la de “ley vieja” (legi zarra) originaria. A partir de esta realidad, la independencia de los vascos, estaba para ellos más que legitimada. Era, además, una ley democrática y paradigmática. Sabino Arana interpretó que este dato, -unido a la singularidad del Pueblo Vasco- dimanada de su raza, su idioma y sus costumbres: todos ellos constituían elementos suficientes que justificaban sus aspiraciones independentistas.
Estos factores de identidad, -raza, idioma propio,
costumbres, leyes- a fuerza de repetidos, subyacen en la conciencia de muchos
vascos; han ido recuperando valor.
Curiosamente, como esta interpretación de lo medieval, no cuadraba con la democracia representativa implantada en España a lo largo del siglo XIX –voto universal, tres poderes independientes y otros principios inexistentes en las tradiciones vascas- no tuvieron inconveniente en encajar sus aspiraciones en los modelos liberales, con tal de seguir defendiendo las “libertades vascas”; en suma, el derecho de los vascos a constituirse, en su territorio, como nación soberana. El factor más singular para identificar a los vascos, quedó reducido al idioma y a unos cuantos mitos y costumbres que sirvieron no solo para enriquecer su folklore, sino como modelo de país moderno.
Curiosamente, como esta interpretación de lo medieval, no cuadraba con la democracia representativa implantada en España a lo largo del siglo XIX –voto universal, tres poderes independientes y otros principios inexistentes en las tradiciones vascas- no tuvieron inconveniente en encajar sus aspiraciones en los modelos liberales, con tal de seguir defendiendo las “libertades vascas”; en suma, el derecho de los vascos a constituirse, en su territorio, como nación soberana. El factor más singular para identificar a los vascos, quedó reducido al idioma y a unos cuantos mitos y costumbres que sirvieron no solo para enriquecer su folklore, sino como modelo de país moderno.
Todo ello sucedía pese a que, -siendo
el reino visigodo invadido por los
árabes la España cristiana constituida por gentes de distinto origen- los
naturales del país empezaron a tomar conciencia de la necesidad de organizar su
defensa. Desde la zona septentrional de la Península, donde se refugiaron las gentes llegadas de las zonas invadidas,
se inició una tarea que sería secular. Desde
Asturias, Cantabria, Vasconia, sus moradores participaron a lo largo del
tiempo en esa tarea y fueron ganando el territorio que sería conocido por Castilla. Don Claudio
Sánchez Albornoz, al reconstruir la historia de esa época, valora la
participación vascongada en la construcción de Castilla, previa a la de España, y no tiene remilgo
alguno al señalar que Vasconia fue la
madre de Castilla y la abuela de España.
Henos aquí que frente a la posición excluyente de Sabino Arana y de sus seguidores más acérrimos, está la integradora de Sánchez Albornoz que da un protagonismo principal a los vascos en la formación de España.
Henos aquí que frente a la posición excluyente de Sabino Arana y de sus seguidores más acérrimos, está la integradora de Sánchez Albornoz que da un protagonismo principal a los vascos en la formación de España.
¿Por qué los
separatistas pueden mostrar con orgullo las raíces de su independentismo y no
han de poder los integradores sostener la tesis que da relevancia a la
participación principal de los vascos a lo largo del tiempo –de lo que hay
decenas de testimonios históricos- en la construcción de lo que luego sería la
nación española? ¿Por qué los vascos de nuestros días, no pueden sentirse
orgullosamente herederos de aquellos esforzados varones que lucharon por la
España cristiana al fin triunfante sobre el
Andalusí musulmán?
Ser vasco
integrador se ajusta más a la historia que ser vasco secesionista. El vasco integrador no es ser anti vasco. Y convencer a los
demás de estas verdades, es una tarea pedagógica, fase previa para cualquier
recuperación de votos vascos-españoles.
Abierto este cauce, no se podrá negar cómo, en
la evolución de la vida medieval prosperaron,
entre los vascos, un conjunto de valores que conectarían al cabo del
tiempo con las ideas defendidas desde posiciones humanistas cristianas: valores cono el
respeto de los derechos individuales sobre los colectivos, la defensa del
principio de subsidiariedad en la organización político social de los pueblos y
el espíritu de cooperación como principio básico de una justicia social moderna
y progresista.
(Del libro "EL FUERO, EL HUEVO Y LAS VERDADES DEL TINTERO" de próxima edición. Autor:Pedro Morales Moya).
(Del libro "EL FUERO, EL HUEVO Y LAS VERDADES DEL TINTERO" de próxima edición. Autor:Pedro Morales Moya).
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