Cuando me vi comprometido, en unas oposiciones, a demostrar mis conocimientos sobre una Diputación Foral, tuve que reconocer: no sé dónde consultar este concepto. Al fin, alguien me dijo que tal vez podría dar con algún libro que tratase de los fueros en la biblioteca pública. Y yo me dije: "Siete años de bachiller, con su reválida, y aquí me tienen, ¡ni zorra idea!".
Entonces me encontré con un tiempo ya ido, lleno de andanzas que fueron pasando al desuso, pero no del todo: y en tal circunstancia estaba la Diputación Foral de Alava, aunque no fuera fácil de entender.
Los primeros foralistas en la edad media llegaron a descubrir, sin pensarlo dos veces, un conjunto de normas favorables a las familias por medio de concesiones o derechos individuales reconocidos y vigentes en pequeñas comunidades. La evolución de los pueblos a medida que se repoblaron villas y ciudades, les llevó a reclamar las ventajas forales y a ser atendidos. Hasta que otra revolución liberal implantó nuevas leyes que reconocieron como derechos colectivos la libertad, la igualdad y la fraternidad; derechos que irían barriendo los abusos generados por los fueros con el paso del tiempo, lo cual supuso dar a las versiones democráticas señales de progreso.
Como comprenderán el tema da para una pila de libros, porque la foralidad es tan compleja como los tiempos idos y hacen imposible entenderlos con -podríamos decir- una ráfaga de luz.
¿Sería posible hoy una foralidad como la del medievo? Pues no.
Pero sigue vivo el régimen que defiende los derechos individuales y no supeditado al frecuente abuso del derecho colectivo en perjuicio de las personas y sus libres aspiraciones.
Sistema que favorece al caciquismo populista al amparo de la justicia social. Populismo a marchas forzadas. Algunos le llaman comunismo.
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