Recuerdo que la primera piedra de este gran edificio sanitario con el que contamos -de la seguridad social, que ya se decía - se puso en la década de los cuarenta del siglo pasado y, al cabo de los años, nuevos tiempos con nuevas ideas fueron poco a poco, acrecentando el edificio y acompasándolo a las exigencias de cada época. ¡Demos a cada cual su correspondiente mérito! No es tan difícil.
Dicho lo que antecede, quienes verdaderamente han dado cuerpo a los avances sanitarios conseguidos, han sido los profesionales del cuerpo médico con distintas titulaciones y grados que, desde el más elocuente silencio, han puesto sus conocimientos y su dedicación al servicio de los demás. El cambio dado a la sanidad española en los últimos sesenta años, a partir de una pobreza posbélica, para sí lo quisieran otras actividades y muy especialmente la política que sigue los derroteros ya viejos del siglo XIX. ¡Pregúntenselo a don Pablo Iglesias, el auténtico!
Ahora bien, no neguemos la realidad: en su afán de apuntarse tantos los políticos, todos, no quieren ver la fragilidad del edificio y creen que el derecho a la salud es infinito, por ser de justicia.(Por ser de justicia y porque conviene a los intereses electorales de algunos, dicho sea de paso).
Me apunto al deseo de justicia. Pero el edificio sanitario no lo aguanta. Está a la vista del que lo quiera ver. Un político avisado, previendo la marejada, estaría ya tomando medidas para evitar desdichas. Medidas políticas y medidas sanitarias. Entre estas últimas, la intensificación de una medicina preventiva.
¡Qué cosas! Poco se conseguiría si no se abordara antes una profunda reforma fiscal.
Lo dejaremos para otro día...
Dicho lo que antecede, quienes verdaderamente han dado cuerpo a los avances sanitarios conseguidos, han sido los profesionales del cuerpo médico con distintas titulaciones y grados que, desde el más elocuente silencio, han puesto sus conocimientos y su dedicación al servicio de los demás. El cambio dado a la sanidad española en los últimos sesenta años, a partir de una pobreza posbélica, para sí lo quisieran otras actividades y muy especialmente la política que sigue los derroteros ya viejos del siglo XIX. ¡Pregúntenselo a don Pablo Iglesias, el auténtico!
Ahora bien, no neguemos la realidad: en su afán de apuntarse tantos los políticos, todos, no quieren ver la fragilidad del edificio y creen que el derecho a la salud es infinito, por ser de justicia.(Por ser de justicia y porque conviene a los intereses electorales de algunos, dicho sea de paso).
Me apunto al deseo de justicia. Pero el edificio sanitario no lo aguanta. Está a la vista del que lo quiera ver. Un político avisado, previendo la marejada, estaría ya tomando medidas para evitar desdichas. Medidas políticas y medidas sanitarias. Entre estas últimas, la intensificación de una medicina preventiva.
¡Qué cosas! Poco se conseguiría si no se abordara antes una profunda reforma fiscal.
Lo dejaremos para otro día...
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