País dividido no acertaría a racionalizar su conducta política de una forma civilizada, hasta la década de los setenta del siglo XX. En ese intermedio, la España empobrecida. gastó sus escasos caudales en varias guerras civiles. Fallaban los españoles sin civilizar.
Digo "civilizar" por llamar de alguna manera a la convivencia entre españoles guardando las formas. Estamos en el intento. En esta año, 2016, los últimos embates de la lucha electoral -desde el fin del bipartidismo- han sido vergonzosos: todos presumían de demócratas, pero se comportaban como vulgares depredadores entregados a la rapiña de votos.
La víctima, a la que acusaron de ser causante de todo mal y a la que proscribieron de hecho sus oponentes, fué el Sr. Rajoy; lo despellejaron a conciencia sus adversarios electorales, -presuntos demócratas- a dentelladas propias de una jaurìa hambrienta.
¡Ya pasó todo! Ganó en las elecciones el Sr. Rajoy. Pero es para dudar: se vislumbra que los perdedores no se conforman, no se aquietan.
Son cosas de esta sufrida y paradójica España, desequilibrado país, casi siempre por culpa de sus nativos. Es un problema de escuela.
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