Estoy entre aquellos bien dispuestos a cambiar el voto, si las promesas de un partido están bien razonadas y cuentan con la solvencia garante de que van a ser cumplidas.
Con este criterio trato de aclarar mi mente; es decir ¿por dónde y adónde quieren llevarnos nuestros políticos?
Me detengo a examinar el catecismo de Pablo Iglesias y a éste mismo como apóstol autor de un atractivo y sugerente cambio doctrinal. Sabe actuar en público, escenifica sus promesas, incorpora sonidos efectistas a su discurso y hasta suele cantar y no desentona... No le puedo votar porque me trae al recuerdo -con otro volumen- a un líder venezolano cuyo nombre no hace al caso. Además es plurinacionalista, el colmo de un nacionalismo y trasnochado y regresivo; un cebo de lombriz gorda adecuado para ingenuos. Soy muy viejo para morder gusanos
Paro mi atención en Pedro Sánchez que se estrenó como político guiñando el ojo izquierdo a sus primeros admiradores (complicidad entre amigos que se cepillan el mismo capote) y consideró de fácil arreglo el problema catalán con un federalismo que lleva escondido en su cartera con el que sueña descaradamente. El caso es avecindarse en la Moncloa. Es un político de derechas, transvestido de rojazo. Solo pueden picar los peces atontolinados en aguas muy viciadas. Me pilla despierto.
No acabo de entenderle -y miren que habla claro- a Albert Rivera que, a fuerza de mantenerse en equilibrio en su caminar por un fino hilo tendido sobre el río Cataplún, puede darse de bruces y se lo tragarán las aguas. Dios no lo quiera. Pero lo españoles no entienden de finezas y, cataplún chispún, igual se ve reducido a la mínima expresión. No me convence.
Dejo para el final a Mariano Rajoy, moderno seguidor de la teoría celiana (de C.J. de Cela) según la cual "el que resiste gana" Aparece en medio de la tragedia, impasible el ademán, como quien ve llover y, justificándose, termina por decir algo así como "yo he ganado pero no es mi turno", con lo cual muchos son los españoles que se lo piensan: "henos aquí: mi voto no sirve para nada; menos que una caca pinchadita en un palo".
¡Esta España nuestra!
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