El triunfo en España de las políticas populistas, y la tendencia a que sea el sector público quien peche con la carga de dar de comer. de beber y de prestar hogar, calor y un mínimo asistencial a los necesitados, digan lo que quieran los propagandistas de estas doctrinas, tienen un precio.
La simple sospecha de que el populismo puede triunfar en un país, despierta el temor de los inversores y, en general, de todos aquellos que tienen algún dinero ahorrado. Si la sospecha prospera, este dinero emigra en busca de climas más favorables. Al final, cargan con el peso de la tal política social los contribuyentes de medio pelo (clases medias) que comprueban cómo disminuye su capacidad adquisitiva a medida que aumentan las ayudas en favor de los más necesitados. Así, bajarán escalones mientras los pudientes se marchan, a veces con lo puesto, y los que ya nada tienen que perder, se quedan porque no hay otro remedio; las clases medias asumirán una pobreza contra la que ya lucharon -pese a los políticos- durante siglos. ¡Vuelta a empezar!
La igualdad, según los populistas, ha dado en los países donde se puso en práctica con la iniciativa privada y las clases medias se empobrecieron sin remedio. Se estableció esa igualdad, desde luego, convertida en pobreza generalizada. Todos iguales, excepto los políticos populistas, que cerraron filas para seguir prometiendo una justicia social idealizada, esperanzadora, que se convirte en la gran promesa, pero de ahí no sale.
Ese es el panorama de los países que viven castigados por un populismo rampante, del que tenemos vivas muestras para el que quiera quitarse las anteojeras.
Los populistas españoles han moderado su discurso, pero sólo el discurso. Ahora han dado el primer paso antes de abrir las Cortes: prometen un avance social antes de tiempo. Es decir, muy a tiempo.
No niego que las injusticias sociales han de ser corregidas y que los partidos tradicionales han vivido, aún están adormilados, y no acaban de emprender esta tarea. Pero quienes han puesto sus esperanzas en promesas gratuitas, harían bien en sopesar la oferta. Nadie dio duros a cuatro pesetas.
A mi entender alguien está preparándose para ganar unas nuevas elecciones.
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