LA DEMOCRACIA Y LA CORRUPCIÓN. La historia está llena de episodios protagonizados por quienes ejercieron el poder o se asentaban en sus aledaños; episodios que nos ilustran sobre los abusos de algunos políticos a sabiendas de que su status, a fuer de confortable, le daba impunidad si aprovechaba lo de todos en beneficio propio.
El caso es que esa impunidad ha funcionado en muchos casos y cuando algo falla y se descubre el entuerto no se lo cree ni el propio interesado que, por sistema, niega lo sucedido e incluso se engalla para defender su inocencia, hasta el caso de fingirla con argumentos pueriles o queriendo negar su responsabilidad dando a entender que no era el único beneficiado, porque tenia cómplices. Eso se llama cinismo.
Hay quien se queja sobre el procedimiento seguido en los años 1975-78 para poner a España en el carril de la democracia. Los que protagonizaron aquel cambio, no solo manejaron la idea generosa del acuerdo o consenso para no repetir los tremendos y penosos errores cometidos por las distintas fuerzas políticas durante la II República que nos llevaron a la Guerra Civil, sino que permitieron correr un tupido velo sobre el pasado, para no volver a guerrear, y dotarnos de una Constitución democrática libérrima que no excluyera a nadie de los que el anterior régimen tenía proscritos.
Todo sonaba muy bien, pero a algunos observadores, sin pretenderlo, de lo que pasaba, les dió la sensación de que, para poner en funcionamiento a los partidos políticos y que participaran en las elecciones, hacía falta mucho dinero; y éste apareció como por encanto. Un dinero sobre el que no funcionó el llamado principio de transparencia, porque ni siquiera teníamos equipos adiestrados en esas funciones y por más que se diga eso no se improvisa. ¿De donde vino? Una parte del exterior y otra del crédito fácil en el que intervinieron instituciones de ahorro. Y digo fácil, por no decir dinero facilitado a riesgo y ventura, ya que algunos políticos influyentes, consiguieron que años después se les perdonara la deuda.
Mal principio, dejar que la política manejara algunas entidades financieras, y así pasó lo que pasó más tarde a las Cajas de Ahorro, que se fueron al carajo por éstas y otras razones que terminaron teniendo consecuencias judiciales.
No vamos a calificar a nadie y eludo hablar de personas, pero la falta de transparencia tuvo su origen en la transición. Eso es todo. No sé por qué andan echándose las culpas los unos a los otros cuando todos metieron la mano en las mismas huchas.
¡España es así!
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