jueves, 19 de marzo de 2015
¡QUE PASE DE MI ESTE CÁLIZ!
¿Por qué algunos políticos o asesores del ramo quieren cambiar la esencia de las cosas?
Viví el arribo de II República con nueve años cumplidos y no me enteré muy bien de qué iba la cosa hasta que, algo más tarde, dí con una revista de humor y mala uva que compraba mi padre y que leía yo creyendo que era un tebeo: se llamaba "Gracia y Justicia". Claro está, me enteraba a fuerza de preguntar a los mayores de la familia, para los cuales era yo un castigo.
"España -disponía el artículo primero constitucional que se declaró vigente - es una República democrática de trabajadores de toda clase..." Y el humorista Xaudaró daba la réplica en la primera plana de "Gracia y Justicia": Era un dibujo caricaturesco de dos buenas señoras, dos proletarias que trabajaban de rodillas armadas de estropajo y de caldero de agua, con aire de cansancio de tanto fregar una estancia residencial; le decía la una a la otra enseñándole el texto aludido: "Mira por donde Eufrasia, va a resultar que estas casada con un millonario".
Era una España llena de parados por un lado y de vividores por otro, donde se cumplía un principio no escrito, de valor universal: "Para que unos pocos vivan muy bien, hay que contar con millones de personas que vivan muy mal".
Aprendí en aquella revista a conocer la esencia de las cosas pese a los epítetos a los que tan dados somos los españoles. Las palabras "enchufe" (por nepotismo) y "straperlo" (por negocio ilegal) afectaron a dos prohombres republicanos (Cordero y Lerroux) y nacieron apoyadas en las irónicas alusiones dirigidas a los políticos de entonces. Bien mirado, todo era una pálida sombra ante lo que luego harían sus nietos.
Un cambio de esencia, de verdad, nos lo sirven estos días (18/03/2015) bajo signos de valores éticos: "si tienes dinero negro (clandestino e ilegal) y se lo das a un partido político, puede quedar libre de toda culpa".
Se entiende -por sentido común- que si cualquiera admite como bueno un dinero ilegal, es por lo menos cómplice del traficante delincuente. Y los cómplices también pecan. ¿O no? Pues bien: poco menos que quieren del vicio hacer una virtud.
¡Con qué cara se presenta uno a votar a tales descuideros en cuadrilla! ¡Qué pase de mí este cáliz!
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