Los Estados democráticos tienen por norma acatar sin reservas la Declaración de los Derechos Humanos aprobada por las Naciones Unidas. Todos estos derechos son personales, del individuo, de cada uno de nosotros.
Los Estados, Naciones o Pueblos, si se tienen por democráticos, han de quitarse la gorra, el sombrero o la boina para rendirse ante esta Carta que proclama la grandeza personal (la de cada individuo, fuera el que fuere su sexo o condición) muy por encima de la grandiosidad nacional, tan poco democrática por muy grande que sea la multitud que la proclame. Los fascismos sostienen; "ningún catalán será libre, si no es libre Cataluña". Los demócratas afirman: "Para que Cataluña sea libre, han de serlo primero cuantos viven en ella".
No valen un pimiento todos esos actos de fe de los sumos sacerdotes de esta nueva religión nacionalista. El último artículo de esa Carta de los derechos humanos nos previene y avisa: "Nada en esta Declaración podrá interpretarse en el sentido de que confiere derecho alguno al Estado, a un grupo o a una persona, para emprender o desarrollar actividades o realizar actos tendentes a la supresión de cualquiera de los derechos o libertades proclamadas en esta Declaración".
Pues a pesar de todos, esos derechos individuales no se respetan en toda su amplitud en territorios como Cataluña. Por ejemplo en la proclamada libertad de enseñanza. No está al alcance de cualquiera en Cataluña esa libertad por causa de unos gobernantes que no respetan la Declaración de los Derechos Humanos.
Defiende estos que son tus derechos.
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