Uno ve las cosas desde la fragilidad de toda obra humana, mientras cualquier otro interlocutor
en el debate -en plena madurez-se agarra a la vida como si fuera eterna, en la creencia de que sus ideas y pronósticos tienen asegurado el más fructífero porvenir; para él son imperecederos.
en el debate -en plena madurez-se agarra a la vida como si fuera eterna, en la creencia de que sus ideas y pronósticos tienen asegurado el más fructífero porvenir; para él son imperecederos.
El Partido Comunista llegó a la transición del 77, creyendo que el futuro gobierno de España estaba en sus manos. Pues no; en realidad el PCE se esfumó y sus aspiraciones quedaron en nada. Otro caso: La gloriosa UCD, en cuyas decisiones puso una mayoría minoritaria de españoles el destino de la Patria, desapareció sin pena ni gloria, en un lapso de tiempo inverosímil para quienes la fundaron. Así podrían citarse otros ejemplos.
¿Cómo ve usted el futuro de los principales partidos constitucionalistas de España, ante el imprevisto desenlace de la crisis política mundial que más parece un castigo globalizado?
Lo veo de castaño oscuro. Los partidos demócratas tienen entre sus valores uno que puede ser definitivo: es su fervor por el diálogo entre desiguales para no perder el mando, también llamado el ejercicio del poder. El "No" por sistema (vicio de algunos que se tienen por demócratas), no es democrático y conduce al desastre.
En España, si quisieran de verdad sobrenadar estos partidos y vencer al tornado de la crisis con el menor daño, los demócratas constitucionalistas tendrían que firmar una alianza, precisamente para reformar la Constitución al objeto de no quedar fuera del juego político y de perdurar.
Pero, en serio, a mí qué me importa? Es decir, que más me da si no voy a ver ni a padecer ese futuro. ¿Por qué sufrir? Y sobre todo, ¿para qué?
En España, si quisieran de verdad sobrenadar estos partidos y vencer al tornado de la crisis con el menor daño, los demócratas constitucionalistas tendrían que firmar una alianza, precisamente para reformar la Constitución al objeto de no quedar fuera del juego político y de perdurar.
Pero, en serio, a mí qué me importa? Es decir, que más me da si no voy a ver ni a padecer ese futuro. ¿Por qué sufrir? Y sobre todo, ¿para qué?
Es lo bueno que tiene la vejez: sentirse fuera de juego, no estar a verlas venir.
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