Lo digo coloquialmente, no con ánimo de establecer una escala de valores ni con sentido crítico; lo digo con dolor y para constatar un hecho: lo español carece de prestigio entre un gran número de vascos y de catalanes y posiblemente entre los naturales de otras latitudes. También sé que -cuando se conocen de cerca las cualidades de lo español- son muchos los decididos a rectificar y moderar sus prejuicios.
Analizar temas de ese tipo, o se hace con rigor o puede conducirnos a conclusiones falsas. No se negará, no obstante, que este sentir citado produce desapego entre los que se sitúan en un plano superior y sus paisanos que no dejan de ser españoles; no olvidemos la vieja Vasconia peninsular, donde nacieron, hicieron su vida, enterraron a sus muertos y educaron a sus hijos gentes llegadas de otras regiones españolas y desde donde salieron vascos a millares para unir sus destinos a la corona de Castilla. No en vano el historiador Claudio Sánchez Albornoz sostuvo que Vasconia era la madre de Castilla y por tanto la abuela de España.
Sobre esa base disociativa que detecto, se han construìdo dos bandos políticos que corren el riesgo de radicalizar sus sentimientos: el nacionalismo vasco y el nacionalismo español. Y esto es peligroso para todos a nada que se pierda el equilibrio.
Para algunos de estos nacionalistas todo se arreglaría si España considerara que Euskadi es una nación; y para otros, si Euskadi admitiera que es una parte de España. Pues no; no está en ninguna de las dos propuestas la solución. Y con toda probabilidad se agravaría el problema si se radicalizaran estas tendencias.
Se podría indagar, racionalmente, sobre las causas del desprestigio de lo español para -antes de aplicar otros remedios- corregir errores desde la tolerancia y el buen deseo de represtigiar unas buenas relaciones entre las sociedades que se repelen.
Pero no hagan mucho caso de esto que digo; de sobra sé y veo que las gentes son más partidarias de la pelea que de un razonado entendimiento.La propuesta que hago exige trabajo, humildad y sacrificio y esto es duro, aunque luego resulte reconfortante. Los más, quieren soluciones rápidas, lo cual despierta el sentido oportunista de muchos políticos.
¡Así nos va!
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