Celebrada la consulta cataláunica, al Gobierno central le toca mover ficha. No puede sentarse junto a la vía a ver cómo pasa el tren.
Coinciden todos los analistas en que resulta necesario abrir un período de reformas que, quiérase o no, van a empezar por darle un repaso al Título VIII constitucional que regula el ir venir de las autonomías. Es decir, hay que revisar y legislar de nuevo sobre ese complejo mundo donde cada territorio autónomo, -como decían los cristianos viejos- viene haciendo de su capa un sayo, en esta España de nuestros sinsabores; por ejemplo la consulta catalana del pasado domingo, pese a las leyes que negaban su licitud.
Y el desbarajuste es tal, que en tanto unos llaman democracia a cumplir la ley, otros - como hacía don Francisco - se entregan a convocar referéndums hechos a su medida que ganan siempre y de corrido (como Franco) y ¡así cualquiera! Los nacionalistas no lo quieren ver pero asoman la oreja totalitaria en cuanto te descuidas. Y como en tiempos de crisis todo vale, las masas siguen a los más audaces aunque sean unos granujas. Hasta hay quien los aplaude.
Así que - dicho lo dicho - sólo una reforma constitucional anticipada, va a resultar del agrado de ciertas turbas, muchedumbre de gente confusa y desorientada; también a las de <Podemos>, a quienes - pese a no ser parlamentarios- les gustaría tocar pelota en este invento.
Las fuerzas políticas en general, salvo alguna que anda despistada - y entre ellas la del PP - tienen avanzado algún proyecto, tal que el PSOE que nos quiere federar.
Pero veamos: ¿Qué es lo fundamental? Pues lo fundamental es aquello que quieran los nacionalistas separatistas. ¿Y que quieren? La independencia sin salirse de Europa. Si no se les da esto, seguirán en sus trece, dale que te pego como Andrés el de la navajica (otro días les contaré cual era su único deseo). Y el Gobierno de España, se mantiene soñando por su cuenta y nunca tan alejado como ahora del sentir de su querido pueblo.
Los nacionalistas no separatistas, - los suficientes para enfrentarse a los separatistas -, admitirían (ya lo van diciendo por ahí), una Iberia confederada. Los peperos andan todavía creyendo que los van engañar con alguna triquiñuela tributaria. Los socialistas sueñan en federar España. La tarea consiste en acortar distancias.
Puestos a ciscar la enmienda constitucional prevista -porque el peligro está en chingarlo todo- me inclinaría desde un PP bien preparado (es difícil pero tiene gente para ello) por apuntarme a una Confederación Ibérica (lo de ibérico cuela, lo español, no) con un triple compromiso, por lo menos:
- Cada comunidad autónoma (llamada Estado) seria independiente, salvo en las competencias pactadas y exclusivas que todas y cada una obligatoriamente tendría que ceder a la Confederación Ibérica.
- El criterio para adjudicar estas competencias sería el mismo que se aplica en la UE, basado en principios racionales y eficientes, como son los de proporcionalidad y subsidiariedad u otros que cumplieran tal condicionamiento.
- La alta inspección y el control final de todos los instrumentos o instituciones que garanticen el cumplimiento de las obligaciones por parte de los Estados confederados (también los económicos) así como el poder para intervenirlos en caso de incumplimiento, serían ejercidos por la Confederación.
Una vez constituida la Confederación y asegurado su funcionamiento, podría invitarse a participar en la misma al Estado de Portugal.
Comprenderán -todo hay que decirlo- que si escribo así sin ser nacionalista, es por una poderosísima razón: prefiero una confederación instituida desde el PP, que otra que me pueda llegar como consecuencia de la desidia de los peperos y organizada desde el nacionalismo para los separatistas
Me atrevería a decirle al PP, con lo averiado que está, que algo audaz ha de inventar para no verse arrastrado por el tsunami que se les viene encima.
Eso sí, teniendo en cuenta en que de hecho, no por ley, catalanes y vascos funcionan como si estuvieran confederados.
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