viernes, 30 de mayo de 2014

EL CONSUMO PRODUCTIVO.

   El Papa Francisco predica con el ejemplo y ha demostrado que se pueden simplificar los gastos más comunes sin merma alguna del prestigio institucional.
    Choca esta conducta con el clamar de políticos y economistas que vaticinan un futuro esplendoroso para aquellos pueblos que se deciden por un consumo generoso.
    Y choca rotundamente con la conducta de esos políticos y economistas cuando alcanzan el poder, pues lo primero que hacen es aplicar a ese consumo unos impuestos en dosis propias mas bien para  un caballo.
    Pero además, y esto es lo grave,  hay consumos perniciosos - la droga, la prostitución,  el abuso en comidas y bebidas y algunos más - sobre los cuales, esos políticos y economistas en el poder nada o muy poco pueden hacer, con el  inconveniente - sin pretenderlo - de que al mirar para  otro lado, en unos casos, o al prohibir esos  consumos, en otros,  estimulan su comercio y su divulgación.
    El más inocente, el abuso en  comidas y bebidas, es causa de desarreglos y enfermedades que, más o menos pronto, tendrá que soportarlos el Ministerio de la Salud cuyos gastos ingentes (a cargo del contribuyente), no podrán pasar de una raya roja, si no queremos que todo el servicio sanitario se degrade y termine por ser inviable.
    Dan qué pensar estos gritos de ánimo de los salvadores de las economías patrias en pro del consumo. Ya se han inventado cosas peores y si cualquier día descubren - políticos y economistas en el poder -, que cada año que pasa aumenta el número de ancianitos que alcanzan edades longevas a fuerza  de consumir productos farmacéuticos, igual les  da por promover el consumo de productos eutanásicos para librarlos del síndrome de Matusalén, porque no habrá sociedad que aguante la presión consumidora de tanto viejo que vive gastando, sin morirse, toda una vida.
    De políticos y economistas, con tal de hacernos felices, se puede esperar cualquier cosa.
  

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